Hace unos días descubrí el blog de un joven deportista de mi ciudad. No voy a decir que lo he visto crecer, pero si que hace mucho tiempo que lo conozco y tengo relación con el. Me llamó la atención la temática de su propuesta. En ella va desgranando sus experiencias vitales sobre sus hobbies: el mundo de "Els Castells" y el triatlón. En sus últimas entradas explica sus largas sesiones de entrenamiento para afrontar la media Ironman de Calella, prueba que se celebró el pasado domingo en este localidad de la comarca barcelonesa del Maresme. Se compone esta prueba de tres especialidades deportivas: natación (1,9kms), ciclismo (90kms) y carrera a pie (21,1kms) y todo eso es considerado como la mitad de una prueba completa. Se ha de ser un gran deportista tan solo para acabar una de estas pruebas. Si, aparte de tener una gran forma física para aguantar semejante paliza , se ha de tener una mentalidad especial para, sabiendo que tu único objetivo es acabar la prueba, entrenar durante semanas y eso después de acabar la jornada laboral. Un gran esfuerzo, mas si tenemos en cuenta que en el mundo del deporte, ese deporte elitista que tanto nos gusta ver, lo único que cuenta es ser el primero. Leer la narración que Oscar hace de su participación en la prueba me ha emocionado. El explica sus marcas en las diferentes partes de la prueba, sus estados de ánimo, sus... en fin.
Todo esto me hace reflesionar sobre lo que es realmente el deporte con mayusculas. Sus marcas son lo de menos, su objetibo era acabar la prueba, y eso lo hizo brillantemente. Lo otro, lo del deporte profesional, es otra cosa. ¿Tal vez el equivalente al circo romano?