Dicen que los días festivos se han de aprovechar para hacer cosas diferentes. Como que esta mañana; en esta casa, todo el mundo tenia ocupación menos yo, he decidido salir a dar un paseo con el coche. En principio pensaba acercarme a algún punto de la costa, porque, aunque el mar me intimida, en ciertos momentos siento su llamada y hace unos días que lo hace con insistencia. La mañana se ha despertado esplendida, luce el sol con apenas unas nubes dispersas. Pero el viento... ese viento persistente siempre en esta zona me hace desistir, ni me quiero imaginar como soplará en la costa. Decido acercarme a la Riba y ver como se ha portado el invierno con el caudal del Brugent. La idea es subir a Farena para, desde allí, seguir hasta Mont-Ral y ver la amplia linea de costa que nos regala ese elevado punto de nuestra comarca. Dejamos atrás la Riba y sus humeantes fabricas de papel y nos adentramos en "La Vall del Brugent". Siempre en continuo ascenso por su estrecha carretera dejamos la "Font Gran" a la derecha y nos topamos con el antiguo molino papelero del mismo nombre, guardado por la "Penya Roja", lugar de entreno de muchos escaladores.
Unos metros más adelante, tras dejar otro de los destartalados edificios que antaño servían para la elaboración del papel, realizo una segunda parada para bajar hasta el cauce del río. Está esplendido, con un caudal más que aceptable. Poco o nada se notan las heridas causadas por la riada del 1994.
Seguimos ascendiendo entre pinares jóvenes, que a mi juicio necesitan un aclarado y algún que otro superviviente del incendio que arrasó la totalidad de la Vall en 1986. Las cenizas llegaron a la terraza de casa, a más de diez Km. Una buena política de repoblación ha conseguido devolver todo el esplendor de antaño a la zona. Dejamos atrás el Pinetell y encaramos el último tramo hacia Farena. En el cruce de la Bartra paro para "evacuar aguas menores". A esta población, desde hace un tiempo, no se puede acceder con vehículos a motor. La tentación es grande, arrincono el coche lo más posible y comienzo a caminar, tres buzones sujetos a un muro de piedra, a la altura de la señal de prohibición, nos hablan de la demografía del pueblo. La pista es buena y asfaltada. Tras los primeros cien metros el camino se empina de mala manera.
Las piernas dicen basta, el corazón disparado, pausa, mirada atrás. A punto de desistir, se que no debo forzar ni piernas ni corazón. Mirada al móvil, no hay cobertura, a nadie dije a donde iba. La sensación de estar cometiendo una travesura me anima a seguir, hace tanto que no traspaso las normas... Por suerte la senda se suaviza, las pulsaciones se normalizan, las piernas comienzan a responder sin dolor... La recompensa se muestra esplendida. El paisaje, el silencio, roto tan solo por el sonido del viento que mece las copas de los arboles, la soledad del lugar...
Animado por una sensación de euforia, única e intransferible, dejo a la izquierda un "mas" que advierte que es privado y prohíbe el paso. Una cadena cierra el paso de curiosos a la primera senda de entrada al pueblo, sigo. Tras un recodo dos edificaciones bien restauradas en piedra me hacen pensar en un segundo acceso. Aquí no hay cadena; pero si un chucho malcarado que me ladra con la cola en alto, le doy la espalda para comprobar sus intenciones, calla, vamos bien. Nada más girarme vuelva a ladrar. Desisto de entrar en su zona de influencia. A la derecha un camino con un cartel que reza a " Cogullons". Decido caminar un rato más siguiendo esta senda. El objetivo, ver que hay tras el siguiente recodo, todo para comprobar que tras el tan solo hay otro recodo. Sigo un poco más, hasta que el sentido común me dice basta. De regreso, Mohamed, que anda buscando una máquina a la que tiene que reparar, me pregunta. A él también le acobardo el chucho. Escudriño en busca del can y no veo rastro de él. Decido adentrarme en las callejas de tan notable población. Tan solo las dos casas más una tercera un tanto alejada.
No me atrevo a acercarme a las casas por no perturbar su intimidad y por si me encuentro con mi amigo. Sigo unos pasos más. Mohamed se ha quedado atascado con su furgoneta. De regreso al camino principal, tras un recodo, me topo de morros con mi amigo. No dice ni "guau", aquí estamos en territorio neutral. Nos miramos de reojo y pasamos el una al lado del otro. No se quien tenia más miedo de los dos. Decido quedarme con su cara, por si acaso.
Regreso al coche sin novedad. Lo que para la mayoría hubiese sido un simple paseo, para este mortal a sido toda una experiencia. Hacía tiempo que no me sentía tan a gusto conmigo mismo.
De regreso a zona "civilizada" el móvil se dispara. Me han estado llamando, me espera una buena bronca. En fin...
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