Las chicas invisibles

Me encantó estar allí, si, me encantó compartir mesa con vosotras las, hasta hoy, chicas invisibles, para mi. Si claro para mi. Nunca tuve motivos para pensar que no existierais pero tampoco pensé en vosotras. En aquel tiempo, entre muchas otras segregaciones, niñas y niños no podíamos compartir colegios, salvo en los pueblos y aldeas. Tampoco compartimos hospitales, no, no los compartimos. Por ello, como supongo que  tantos otros, no sabia de vosotras. Se me ocurren mil preguntas que haceros, pero hoy no era el día. Bueno, tal vez nunca sea el día. Hoy descubrí que sois y estáis. Y que sois madres y  y esposas y que trabajáis fuera de casa y que, cuando a ella regresáis, hacéis lo mismo que cualquier mujer, solo que con el doble de esfuerzo. Hoy he descubierto que la administración sigue sin saber como dar respuesta a vuestra-nuestra problemática, que en el fondo, todo es un problema presupuestario. He descubierto que los políticos nos envían a sus técnicos. O se escudan en ellos (hoy era un buen día para comparecer y dar respuestas, pero no lo hicieron), si no, ¿como se explican algunas ausencias de última hora? Bien no digo nada más para no errar, al fin y al cabo soy un novel en estos temas. 

Mercè, Carmen, Pepa, Ana, sobre todo Ana, con quien compartí viaje y creo que ideas. Y las demás, que no  las nombro porque, como siempre me pasa, no retuve sus nombres, a todas, encantado de haberos conocido.
A ellos... a ellos también estoy encantado de haberlos conocido, por supuesto.