Hoy, Tere me ha obligado ha escuchar lo que comentaban en el programa de la tarde de TV3, y digo obligado, porque yo estaba leyendo un simpático articulo del naufrago, sobre turismo rural, (quien dominase el idioma como el...). Entrevistaban, en el programa, gente que se pasó la infancia en un hospital. La conversación giraba entorno del padecimiento, que para estos niños, suponen estas largas hospitalizaciones. Aunque ya hemos debatido largo y tendido sobre este tema, no acaba de asimilar que los cuatro años pasados en el Hospital Infantil Santa Clotilde, (ahora centro geriátrico, incongruencias del destino), no sean para mi un amargo recuerdo. Si bien es verdad que con el tiempo idealizamos los recuerdos, no es menos verdad que la estancia no se hacia pesada. Eramos mas de cincuenta niños, (de ocho a doce años, creo recordar), en la sala de "medianos" (otros tantos, de seis a ocho años, en la de pequeños). Eran unas grandes salas con camas a ambos lados; donde básicamente eramos tratados de la Poliomielitis, los afectados de una de las ultimas epidemias de esta enfermedad. El trato que nos daban los frailes de San Juan de Dios que regentaban el centro; era por lo general excelente, con algunas excepciones, no todo son buenos recuerdos... El hermano Matias, un fraile lebaniego, con un corazón inmenso, era el encargado de velar por el huerto que en en el centro había. Siempre; a la hora de recolectar, buscaba a alguno de los internos, con mejor movilidad, para recoger el fruto y, quien esto narra, fue escogido en más de una ocasión, (quienes me conocen, ya saben que mi afectación es mínima). El huerto en cuestión, era más testimonial que otra cosa; cuatro tomates, algún pimiento y ¡las fresas! Siempre acababa alguna en la boca y fray Matias haciendo ver que daba una reprimenda. Tenían también el negocio del alquiler de las almohadillas, (no sé si esta actividad sigue vigente, en ningún otro estadio la he conocido), en los Campos de Sport del Sardinero y ¿quien era el encargado?, por supuesto fray Matias. Los jueves tocaba limpiarlas y fray Matias se adelantaba, con su "Mobilette", a la furgoneta con los internos más móviles, que realizaban la tarea de limpieza. Siempre se llevaba a alguien que le ayudase a colocar la tarima para realizar la tarea, ¿y a quien escogía?. Me sentía un afortunado, primero por el "paseuco" por Puertochico y de regalo un helado, pero sobre todo porque me saltaba las clases de la tarde, para disgusto de Don Ramón, un maestro muy puesto en tauromaquia y pintura, al menos eso creí siempre, por las discusiones- tertulias, que mantenía con el capellán. ¿Y los partidos de fútbol que organizaba en el jardín? Casi siempre los domingos por la tarde. Aunque entonces no captaba el porque el domingo por la tarde, dia en que recibíamos la visita de padres y familiares, con el tiempo he llegado ha entender porque era así: no todos eramos de Cantabria, había muchos que llegaban de otras regiones y no tenían visita el domingo. Fray Matias los distraía llevándoselos ha jugar partidos imposibles, con muletas, yesos... y lo que hiciera falta. Todo corazón.
Mis padres siempre me obligaron a compartir tebeos y dulces con mis vecinos de cama, si estos no tenían visita.
No solo fray Matias me genera buenos recuerdos, el hermano Fermin, mi tocayo, siempre está presente. Este se ocupaba de preparar el altar móvil para la misa de los domingos y de la instrucción de los monaguillos entre otras actividades. Si, todos tenemos un pasado, este descreído, en un tiempo ejerció de monaguillo, sinceramente no me molesta, aunque uno no crea demasiado, o nada, en la jerarquía eclesiástica y en sus ritos, si que creé en muchas personas que dedican su vida a hacérsela más fácil a los demás.
Anda, esto es la antítesis de lo que ha de ser una entrada de blog, por la extensión, pero es mi bitácora y me apetecía explicarme a mi mismo y a Tere (una vez más), porque no guardo malos recuerdos, aunque también hubo malos momentos.
Mis padres siempre me obligaron a compartir tebeos y dulces con mis vecinos de cama, si estos no tenían visita.
No solo fray Matias me genera buenos recuerdos, el hermano Fermin, mi tocayo, siempre está presente. Este se ocupaba de preparar el altar móvil para la misa de los domingos y de la instrucción de los monaguillos entre otras actividades. Si, todos tenemos un pasado, este descreído, en un tiempo ejerció de monaguillo, sinceramente no me molesta, aunque uno no crea demasiado, o nada, en la jerarquía eclesiástica y en sus ritos, si que creé en muchas personas que dedican su vida a hacérsela más fácil a los demás.
Anda, esto es la antítesis de lo que ha de ser una entrada de blog, por la extensión, pero es mi bitácora y me apetecía explicarme a mi mismo y a Tere (una vez más), porque no guardo malos recuerdos, aunque también hubo malos momentos.
2 comentarios:
Bonita entrada, creo que el negocio de las almohadillas no lo he visto últimamente por el Sardinaro. De hecho tienen halcones para ahuyentar a las palomas y que no dejen los asientos hechos una porquería. El domingo estuve en los campos de Sport y estaban los asientos niquelados, por cierto aunque no puede sacar una foto, el consejero de deporte pasó delante de mí y salto la barandilla para meterse en el palco, ver para creer.
Anécdotico y con buen rollo, un señor mayor le dijo... "pero hombre, así tenéis que andar..." carcajada del personal, mano izquierda del consejero, y a seguir viendo el partido.
Saludos,
JP
Historias de JP
Amigo Fermín
Yo también padecí la polio cuando aun no había cumplido los dos años y que me afectó a una pierna, aunque afortunadamente no mucho.
También pasé una parte de mi infancia en el hospital de la que tengo vagos recuerdos.
Según me han contado mis padres la mayor parte del tiempo la pasé en lo que llamaban "sala de infecciosos", en la que yo era el único niño.
El único recuerdo que tengo de mi paso por esa sala es el de una noche en la que el señor que estaba en la cama de al lado se murió.
Luego vinieron muchos años de rehabilitación, por las mañanas en el hospital y por la tarde en un gimnasio de boxeo que llevaba un vecino mio.
De estos años de rehabilitación en el hospital, recuerdo haberla hecho junto a Ramón Sanpedro, el famoso tetrapléjico que inspiró la película Maradentro, al que recuerdo en una silla de ruedas y cuando aun manejaba los brazos.
Lo recuerdo perfectamente por el hecho de haberse hecho daño al tirarse al mar de cabeza, y el recuerdo que tengo de él es de que era un tipo de complexión muy atlética.
Me ha gustado tu historia. Saludos.
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