Siguiendo con la tradición, una pequeña historia para el reto del
Mosquitero en su
III edicion
La lluvia golpea los cristales en esta gris tarde de septiembre. Grises nubarrones de nostalgia se agolpan en la mente taciturna del otoñal que, tras los visillos, mira caer la tormenta que anuncia el final del verano. En su anticuado equipo musical la voz cascada de Sabina desgrana la canción más hermosa del mundo.
Su mente vuela a aquella otra tarde lluviosa, en aquel cuarto, de donde uno tras otro, fueron marchado sus amigos de entonces, dando por finalizado el guateque y de paso el verano del 75. Solo quedaron ellos dos, el uno frente al otro, sin saber que decirse. Se asomaron casi al unísono a la ventana para ver alejarse a los que habían compartido aquel verano de playa y excursiones en bicicleta, de guateques y bailes en la plaza, de cines y besos furtivos, de cartas jurándose amor eterno, todo lo eterno que puede ser el amor para los adolescentes. Cuando el último de ellos hubo desaparecido por la esquina del arrabal de San Cipriano, se dispusieron a recoger y ordenar un poco, sin darse cuenta sus miradas se encontraron y la tormenta que desde hacia tiempo se agolpaba en sus corazones estalló con tanta virulencia, que no pudieron ni quisieron detenerla. Conocedores que su historia no podía ir a ninguna parte habían evitado a toda costa que aquello sucediera. Hasta aquel momento… Permanecieron el uno junto al otro hasta que la voz de doña Justa llamando a la cena los sobresaltó.
Al día siguiente Belén marcho para la ciudad junto a sus padres y Enrique se juro que no estaría en Navidad cuando volviese.
Desde aquel día odió con todas sus fuerzas las tardes de lluvia. Quizás por eso se refugió en aquel lugar al sur del sur, buscando huir de los recuerdos de aquel norte lluvioso y gris. Pero aquella tarde algo le decía que en algún lugar del norte, alguien miraba la calle con nostalgias de lo que no pudo ser.
En su anticuado equipo de música sabina repite por enésima vez que el tenia su escondite, su clave de sol, su reloj de pulsera, una lámpara de Alí Baba dentro de una chistera, no sabia que la primavera duraba un segundo, el quiso escribir la canción más hermosa del mundo…